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22 julio, 2014

La discriminación en el Perú: Balance y desafíos

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III. 3. La experiencia de la Mesa contra el Racismo

Por Wilfredo Ardito

1. Razones de la aparición tardía de un movimiento contra el racismo en el perú
2. La mesa contra el racismo y sus antecedentes
4. Los aliados en el sector estatal
5. Retos y perspectivas
6. Perspectivas finales
7. Pie de página
8. Bibliografía

A diferencia de otros países, como Brasil y los Estados Unidos, el movimiento contra el racismo en el Perú es sumamente incipiente y reducido. Pese a ello, en los últimos años se han obtenido importantes logros en cuanto a sensibilizar a la población, promover cambios en la mentalidad predominante, y generar la promulgación de normas contra el racismo y su posterior aplicación.

En este capítulo, analizaremos las condiciones que permitieron la aparición de la Mesa contra el Racismo, una de las experiencias más visibles del movimiento contra el racismo en el Perú. Describiremos los logros, dificultades y retos de la Mesa, así como las perspectivas para enfrentar este problema en el futuro.

1. RAZONES DE LA APARICIÓN TARDÍA DE UN MOVIMIENTO CONTRA EL RACISMO EN EL PERÚ

Cabe preguntarse: si el racismo afecta a tantas personas en el Perú, ¿por qué la lucha contra el racismo no tiene una tradición arraigada? ¿Por qué tan pocas de sus víctimas han decidido salir a las calles o protestar de alguna manera contra un problema que tanto les afecta?

Nosotros consideramos que la misma complejidad del fenómeno del racismo ha hecho más difícil que sea percibido. Muchos peruanos todavía no aceptan que la discriminación sea un problema real1. El carácter estructural de la discriminación2 genera que la inequidad de la sociedad peruana sea percibida como natural3. De esta manera, la profunda desigualdad que afecta a las poblaciones rurales, a las personas con discapacidad o a quienes no hablan castellano con frecuencia, no es percibida como una situación anormal o injusta, sino como parte del estado normal de las cosas (Reid 2007: 15, Manrique 1999: 11). Las propias autoridades tienen esta percepción, lo cual se refleja en la ausencia de políticas públicas para enfrentar la discriminación4.

Por otro lado, muchos peruanos que sí admiten la existencia de discriminación, prefieren pensar que se debe a razones económicas y en menor medida geográficas o culturales, pero no raciales5.

Hasta hace poco, aun en espacios académicos, se pretendía que el color de la piel era irrelevante para establecer diferencias entre los peruanos. De esta forma, el racismo era uno de los tabús más fuertes en el Perú, como antaño podía haber sucedido en relación con el sexo (De la Cadena 2004: 15).

Nosotros creemos que negar la existencia del racismo constituye un mecanismo de defensa: las otras causas de discriminación teóricamente pueden ser enfrentadas, mejorando la posición económica, cambiando de ubicación geográfica o incorporando patrones culturales occidentales. En cambio, admitir la existencia del racismo implicaría reconocer que uno puede haber sufrido un problema mucho más fuerte, injusto y doloroso, frente al cual es imposible pretender transformarse para evitarlo… y del cual uno a veces ha sido también parte, al ejercerlo hacia otros compatriotas, más débiles (Manrique 1999: 27).

Además, existe un contraste entre el discurso oficialmente democrático y el discurso racista aprendido desde la infancia (Callirgos 1993: 161). Los peruanos oficialmente sabemos que no es bueno ser racista, por lo que es difícil admitir este tipo de sentimientos o percepciones6.

De esta manera, hasta hace pocos años, hablar del racismo en un evento público era peligroso, porque el tema era amenazante y autocuestionador para los participantes7, e implicaba evidenciar que quien discriminaba también estaba discriminando a una parte de sí mismo (Callirgos 1993: 196).

Resulta especialmente interesante que aun las víctimas de la pobreza, de la violencia política o de las esterilizaciones forzadas no colocan dentro de sus reclamos el sustrato racista en las situaciones que sufren o han sufrido8. En el caso de las violaciones a los derechos humanos cometidas por integrantes de las fuerzas policiales y militares, era preferible percibirlas como actos aislados9, porque es más duro admitir que poseer rasgos indígenas hacía que uno se convirtiera en un ser vulnerable o incluso sin derechos.

El racismo, además, estaba presente en los senderistas como causa de sus sentimientos de odio y rencor hacia la sociedad: pese a haber tenido algunas oportunidades educativas, de manera permanente sentían que eran excluidos y menospreciados por los grupos de poder10.

 Dificultad para identificarse como discriminado

Otro factor que ha hecho que el movimiento contra el racismo sea mucho más tardío que en otros países es la dificultad de los peruanos para autoclasificarnos desde una perspectiva étnica o racial y, más aun, para identificarnos como integrantes del sector discriminado racialmente (Callirgos 1993: 155). Ya desde comienzos del siglo XX, era difícil realizar un censo empleando la categoría racial, puesto que los mestizos preferían identificarse como «blancos» y los indios, como «mestizos» (De la Cadena 2004: 61).

Actualmente, existe el sentido común en el Perú de que «todos somos mestizos», y esta categoría es empleada como elemento para encubrir las diferencias que existen entre los peruanos (Ardito 2004: 25), evitándose así las cargas valorativas negativas que tienen expresiones cotidianas como «cholo», «blanco» o «negro»11.

Por lo mismo, calificar a un ser querido como «cholo», «negro» o «indígena» todavía puede parecer ofensivo (Callirgos 1993: 158), aunque coloquialmente o afectivamente las dos primeras expresiones sean bastante usadas.

El término ‘indígena’ solamente es empleado por algunas organizaciones o instituciones, ubicadas en la región amazónica. Los habitantes de las zonas rurales andinas y costeñas prefieren autodenominarse «campesinos», y quienes viven en las ciudades simplemente ya no se consideran como «indígenas»12.

Esta dificultad frente al término ‘indígena’ coincide con la ausencia de un movimiento indígena sólido dentro de la población andina13, a diferencia de lo que ocurre en los demás países latinoamericanos, aun en aquellos, como Chile y Colombia, donde los indígenas son un sector minoritario. Nuestra hipótesis es que esta situación se debe a que, durante la década de 1980, mientras los indígenas de otros países latinoamericanos adquirían mayor consciencia de su identidad y se movilizaban en cuanto tales, en el Perú vivíamos el conflicto armado interno, que fue más cruento en relación con la población indígena.

Muchos de quienes pudieron haberse convertido en líderes indígenas fueron asesinados por senderistas o militares. Otros tuvieron que alejarse de sus tierras y otros más prefirieron abandonar todo compromiso social. Hubo también quienes fueron captados por los senderistas u obligados a formar parte de los comités de autodefensa por los militares. La violencia y el desplazamiento forzado generaron un aislamiento de los indígenas de la sierra peruana respecto de la dinámica del movimiento indígena en el resto del continente14.

Sin embargo, la identidad indígena se encontraba muy debilitada desde antes del conflicto armado debido a la discriminación que los indígenas enfrentaban. Desde la segunda mitad del siglo XX, los indígenas que migraban a las ciudades buscaban desindigenizar su apariencia, cambiando su vestimenta, evitando hablar quechua y colocando nombres en inglés a sus hijos15.

Los indígenas urbanos preferían identificarse como «mestizos», lo cual implicaba asumirse como superiores a los campesinos (De la Cadena 2004: 23). Aunque «mestizo» es una categoría que pretende describir a una persona cuyos ascendientes poseen fenotipos diversos, en el Perú se ha convertido también en un eufemismo para llamar a los indígenas que tienen mayor educación y hábitos urbanos16.

Este proceso de desindigenización o desindianización origina que las personas consideren que están progresando en tanto parecen menos indios (De la Cadena 2004: 47). Sin embargo, aunque todos estos cambios externos buscan evitar la discriminación, no la logran enfrentar porque no tocan el tema del racismo17.

Estas actitudes son marcadamente diferentes respecto a los indígenas ecuatorianos o bolivianos, quienes enfrentan la discriminación afirmando públicamente su identidad indígena y plantean reivindicaciones como el derecho a usar su propia vestimenta, el ejercicio de su religión tradicional y el uso de los nombres indígenas18.

Subsistencia de mecanismos individuales para enfrentar el racismo

Algunas personas de rasgos indígenas o negros enfrentan la discriminación racial de manera individual, «haciéndose respetar», es decir, procurando que la capacidad económica, el nivel educativo o el ejercicio de un cargo se impongan sobre los rasgos físicos19. Sin embargo, para que efectivamente no se produzca el trato discriminatorio, dichas características tienen que ser visibles20, lo que implica usar vestimenta más costosa o enfatizar el cargo o la profesión.

Otro mecanismo para ser respetado es asumir un comportamiento distante21, dentro de una mentalidad en la que se está convencido de que es necesario pensar y actuar jerárquicamente (De la Cadena 2004: 14). En algunos casos, se llega al maltrato hacia alguien físicamente similar pero que tiene una posición social inferior22. Muchas personas, además, ocultan sus orígenes, asumiendo que los demás son potenciales discriminadores23 o, también, evitan lugares o situaciones donde se cree que uno podría ser discriminado24.

Dentro de la comunidad afrodescendiente, una salida individual es buscar una pareja de piel más clara, con la finalidad que los hijos experimenten menos discriminación25.

Finalmente, otra forma de enfrentar el problema es maltratando a una persona blanca cuando está en situación de mayor debilidad, como ocurre cuando está en minoría o carece de poder. Esto ocurre en algunos colegios hacia los niños blancos y también lo padecen algunos limeños en la sierra o la selva (Ardito 2009b: 124-5). La agresión es casi una venganza, pero, debido al racismo que los agresores anteriormente han sufrido, es percibida como «un legítimo acto de defensa»26.

Las propuestas de las organizaciones indígenas y afroperuanas

Las organizaciones campesinas como la Confederación Nacional Agraria (CNA) y la Confederación Campesina del Perú (CCP) no han abordado temas como el racismo, la discriminación o la identidad indígena, estando sus demandas más bien centradas en la propiedad de la tierra y, después de la Reforma Agraria, en obras de desarrollo y mejores precios para sus productos, demandas que tienen todos los campesinos peruanos, sean indígenas o no.

En los últimos años, ha surgido una organización que expresa un discurso de afirmación indígena, la Confederación de Comunidades Afectadas por la Minería (Conacami). Sin embargo, sus demandas se concentran en la problemática de la tierra y los recursos naturales y no enfrentan otros problemas de discriminación. Algunos dirigentes no tienen claro el problema del racismo ni aun como racismo ambiental27. Aun los dirigentes indígenas amazónicos, que sí reconocen que existe racismo, lo vinculan solamente al problema territorial, mostrando menos interés ante la discriminación en la vida urbana28.

En cuanto a las organizaciones afroperuanas, son mucho más conscientes del racismo que sufren, pero son también muy débiles, en parte porque muchos de sus integrantes padecen limitaciones económicas, lo cual les genera dificultades para dedicar tiempo al activismo.

2. LA MESA CONTRA EL RACISMO Y SUS ANTECEDENTES

Las primeras acciones antirracistas se produjeron en la década de 1990 debido a la aparición de numerosas discotecas racistas en Lima y otras ciudades29. En 1998, cuatro de estos locales fueron sancionados por Indecopi, pero apelaron al Poder Judicial y la Sala Corporativa Transitoria de Derecho Público de la Corte Superior de Lima emitió una sentencia señalando que la libertad de contratación permitía a los establecimientos abiertos el derecho de elegir a sus clientes y prohibiendo al Indecopi nuevas intervenciones al respecto30.

Esta sentencia y otros hechos similares31 motivaron a grupos afroperuanos y activistas por los derechos humanos a convocar a una concurrida protesta en la avenida Larco ante uno de los locales racistas más conocidos, la discoteca The Edge. Pocas semanas después, el Congreso aprobó la Ley 27049, que estableció la prohibición de discriminar a los consumidores.

En las semanas siguientes, las organizaciones participantes en la protesta decidieron desarrollar acciones más permanentes formando la Mesa contra la Discriminación, que funcionó desde la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos y elaboró el Informe alternativo de la sociedad civil al Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial de las Naciones Unidas.

Sin embargo, hacia finales de 1999, las reuniones se hicieron menos concurridas, hasta que se suspendieron. Posiblemente, la principal razón fue que esta mesa tenía una agenda demasiado amplia, en la cual cada agrupación tenía más interés en lograr que prevalecieran sus propias demandas, sin que fuera posible trazar planteamientos comunes, debido a que se trataba de aspectos muy específicos.

Algunas personas que habían participado en aquella mesa continuaron realizando acciones a título individual32, convocando a otras personas preocupadas por esta problemática.

El surgimiento de la Mesa contra el Racismo

Existen una serie de razones que explican el surgimiento de una nueva Mesa contra el Racismo en el 2004 y la acogida que tuvieron las acciones antirracistas que se llevaron a cabo en los años siguientes.

En primer lugar, la mejora de las condiciones de vida de las personas de rasgos andinos y mestizos hacía más visible la discriminación. Muchas personas, pese a su capacidad adquisitiva, se veían discriminadas en discotecas, donde todavía era importante el atractivo físico, asociado comúnmente a los rasgos europeos.

Estos locales habían roto el tabú peruano que prohibía hacer explícito el racismo, mostrando que no era cierto que primaban solamente las diferencias económicas33.

La llegada de tiendas chilenas como Falabella (bajo la denominación Saga Falabella) y Ripley también fue un factor importante: si bien la publicidad tradicionalmente era racista en el Perú, estas tiendas tenían una estrategia publicitaria con una agresividad sin precedentes, con numerosos paneles en lugares públicos y distribución de catálogos a los domicilios. En todas las imágenes que usaban, aparecían solamente personas blancas, en su abrumadora mayoría rubias, haciendo así visible el racismo, en un momento histórico en que muchas personas andinas y mestizas habían alcanzado el poder adquisitivo que les permitía frecuentar esas tiendas34.

Todas estas prácticas racistas contradecían el discurso neoliberal, que aseveraba que las personas podían acceder a determinados espacios en tanto tuvieran los recursos económicos para ello35.

Los extremos a que podía llegar el racismo en el Perú se hicieron evidentes con la publicación del Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) en agosto del 2003. La brutalidad y crueldad de crímenes que por casi veinte años habían sido ocultados de la conciencia nacional, generaron una fuerte conmoción en numerosas personas, especialmente académicos, intelectuales, estudiantes y grupos religiosos.

La CVR declaró que el racismo era uno de los elementos que explicaba la violencia hacia los campesinos, estableciendo que el porcentaje de víctimas quechuahablantes había sido de 75%36.

El racismo aparecía como un grave problema no resuelto de la sociedad peruana y la CVR planteó la necesidad de un pacto fundacional, que implicaría atender a quienes seguían siendo más vulnerables y evitar que se produjeran nuevamente hechos similares.

Finalmente, debemos destacar que el contexto político en el que surgió el movimiento contra el racismo fue el régimen de Alejandro Toledo, durante el cual las violaciones a los derechos humanos disminuyeron sustancialmente37 y muchas personas consideraban que eran una situación perteneciente al pasado.

Con la confianza en que ya no se producirían situaciones de emergencia, varias instituciones de derechos humanos consideraron que había llegado el momento de enfrentar las causas que generaron las violaciones de derechos humanos, como la falta de institucionalidad en algunos sectores estatales38. Enfrentar el racismo tenía coherencia con esta perspectiva de promover reformas sociales.

Era necesario tomar consciencia de que el Estado invertía mucho menos en las zonas habitadas por población indígena y desarrollaba menos políticas en cuanto a la satisfacción de derechos fundamentales39, practicando también lo que se denomina «racismo ambiental» (Ardito 2009b: 77-9, Reid 2007: 96-7).

Desde los sucesos de las discotecas racistas del año 1998, existió mucho interés en medios de comunicación y sectores académicos por comprender esta problemática. Fueron difundidos libros y artículos escritos por Juan Carlos Callirgos (1993), Nelson Manrique (1999) y Gonzalo Portocarrero (2004), y el tema apareció en varias ocasiones en la revista Ideele, y en el boletín electrónico del Instituto de Defensa Legal, Ideele Mail. De esta manera, se fue generando un espacio de sensibilización en la opinión pública.

En el año 2004, el mismo en que surgió la Mesa contra el Racismo, Portocarrero sostenía: «El gran obstáculo para la realización del proyecto nacional moderno en el Perú ha sido el racismo y la consiguiente fragmentación social»40.

Organización del movimiento

En este contexto, algunas organizaciones de derechos humanos decidieron que era necesario enfocar el racismo de una manera integral, desde temas como la publicidad hasta la relación entre el racismo y la violencia política. Por eso, en agosto del 2004 surgió la Mesa contra el Racismo desde la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, que asumió como tarea una Campaña Nacional contra el racismo.

La Mesa contra el Racismo agrupaba a representantes de organismos de derechos humanos (IDL, Aprodeh, Amnistía Internacional) y a una docena de voluntarios, en su mayor parte jóvenes, que se reunían semanalmente para discutir cómo enfrentar la problemática del racismo.

Los integrantes de la Mesa eran personas de ascendencia europea, mestiza, andina y africana. Esta diversidad era muy importante, pues guardaba relación con el enfoque de la Mesa: se rechazaba el racismo, no se planteaban las reivindicaciones de un determinado grupo étnico.

En los primeros años, las actividades eran planificadas y desarrolladas de manera participativa, sin que los representantes de las instituciones buscaran imponer una decisión o una expresión determinada, sino que procuraban generar consensos sobre determinados temas. Las actividades comenzaron sin mayor financiamiento, al punto que los integrantes adquirieron sus propios polos contra el racismo, pero eran efectivas dada la gran motivación de los integrantes.

A partir del año 2007, se conformaron mesas en Sullana, Chiclayo, Ayacucho, Abancay, Iquitos, Junín, Chimbote, Cusco, Sicuani y Arequipa, que fueron financiadas por la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos dentro de un proyecto que dirigió la Unión Europea. Normalmente, eran mesas dirigidas por el integrante de una ONG que era parte de la Coordinadora y recibía un sueldo por esta labor.

Las actividades de cada mesa se basaban en el contexto cultural y la problemática de cada zona, pero tenían muchos elementos comunes como la denuncia de locales racistas, la atención a las ofertas de empleo, las acciones públicas de sensibilización.

Las mesas tuvieron mucha participación de jóvenes en Abancay, Junín, Chiclayo y Sullana, mientras que en el Cusco estuvieron conformadas por instituciones no gubernamentales vinculadas a los derechos humanos.

Acciones principales

La Mesa contra el Racismo puso mucho énfasis a la sensibilización de la población. Para ello, en primer lugar se recogieron firmas de adhesión a un pronunciamiento que mostraba al racismo como un grave problema que no había sido tomado en cuenta por la sociedad peruana y por sus autoridades. Se precisaban las consecuencias del racismo para el desarrollo del país y su relación con la violencia política, mencionándose la muerte de aproximadamente 50.000 campesinos andinos.

En prácticamente todo el país, se realizaron talleres de sensibilización en los que se empleaba el Manual para jóvenes contra el racismo, elaborado por los integrantes de la Mesa contra el Racismo entre los años 2004 y 200541 en un proceso de reflexión colectiva sobre la forma en que el racismo había estado presente en las vidas de los participantes, en espacios como la familia, el colegio, la universidad y el grupo de amigos.

Otros materiales usados fueron el Manual contra la discriminación para funcionarios públicos elaborado por Aprodeh y el Manual para profesores.

En materia audiovisual, se elaboraron spots radiales traducidos al quechua y ampliamente distribuidos en Ayacucho y Apurímac. Todo ello se complementó con materiales para difundir las Ordenanzas contra la discriminación. Un material complementario fue el diagnóstico sobre la discriminación en el departamento de Apurímac, que realizó Claire Reid, de la oficina de Aprodeh en Abancay (Ardito 2003: 18).

Paralelamente, se buscaba sensibilizar a la población a través de acciones públicas como plantones y protestas en lugares inesperados como el Óvalo Gutiérrez, las playas de Asia, la exclusiva calle Miguel Dasso, una discoteca de Barranco o Larcomar, lo cual generaba fuerte impacto42.

La mesa de Abancay tuvo iniciativas muy interesantes como concursos de alfombras similares a las que se colocan en las procesiones, para que las diversas entidades expresen mensajes contra el racismo, y también la «Búsqueda del Tesoro», en la que los participantes debían recorrer diversos lugares de la ciudad y en cada uno de ellos tenían que responder sucesivamente a preguntas sobre la discriminación y el racismo.

Otras acciones de impacto exitosas fueron los Operativos Cuerazos Peruanos, contra la publicidad racista, que consistían en invitar a los transeúntes a posar como modelos, para mostrar que todos los peruanos eran guapos o guapas, sin que se deba tener un solo estereotipo de belleza43. Se realizaban ante los locales de Saga o Ripley, y en plazas o lugares públicos representativos44.

De igual forma, para denunciar el racismo hacia las trabajadoras del hogar, se realizó el Operativo Empleada Audaz, que tomó como caso emblemático el que se producía en el balneario de Asia, donde se les impedía bañarse en el mar y se les obligaba a usar uniforme en la playa. Para generar un efecto simbólico, más de quinientas mujeres ingresaron al mar vestidas con los uniformes que suelen usar las empleadas (Ardito 2009b: 102-4).

En relación con las discotecas racistas, debido a que las personas discriminadas pensaban que sería inútil denunciar y hacerlo también implicaba revivir una experiencia dolorosa, los activistas de la Mesa decidieron detectar ellos mismos los casos de discriminación, simulando ser clientes en acciones conjuntas con el Indecopi.

En octubre del 2004, se comprobaron las prácticas discriminatorias en la discoteca Aura, en Miraflores. La elevada multa que este local recibió generó un fuerte impacto en las empresas dedicadas al rubro de entretenimiento. Se realizaron también plantones y marchas, así como reuniones con los administradores de varios establecimientos. Actualmente, las prácticas racistas han disminuido de manera considerable, aunque no han cesado en su totalidad.

Frente a la publicidad racista, empresas como Leche Gloria (2005), Backus (2006), Saga Falabella y Ripley (2008) recibieron el antipremio «Al Más Discriminador», con ocasión del Día Mundial contra la Discriminación Racial.

Caso Backus

Días antes de la entrega del «Antipremio 2006», Backus, la principal fabricante de cerveza del Perú, fue adquirida por el grupo transnacional SAB Miller.

La Mesa se dirigió a esta nueva empresa denunciando su enfoque publicitario, adjuntando numerosas firmas de respaldo. De igual manera, se efectuó una entrega simbólica del «antipremio», llevando una banderola en la que una botella de cerveza aparecía con una medalla «al más discriminador».

Poco después, el entonces gerente general, Robert Priday, respondió comprometiéndose a corregir los criterios publicitarios para hacerlos más inclusivos, para buscar «un Perú más unido». La empresa transnacional Miller tenía códigos de conducta en publicidad que incumplían los anteriores avisos.

De esta forma, la publicidad de Pilsen y Cristal ha cambiado de manera muy evidente, colocando rostros mestizos o andinos. Tampoco se emiten comerciales de carácter machista, que asociaban el consumo de cerveza con el éxito con mujeres blancas cuyos atributos físicos eran resaltados de manera bastante vulgar. Sin embargo, los productos Barena y Cusqueña mantienen los criterios tradicionales de mostrar solamente consumidores blancos.

Actualmente, es más frecuente encontrar peruanos de rasgos mestizos o andinos en la publicidad, sea para remarcar la imagen de empresas que tienen actividades en todo el Perú o para representar personas que se esfuerzan, con el actual estereotipo del «peruano emergente».

De igual forma, se intervino frente a los personajes de televisión que reforzaban estereotipos negativos hacia negros y andinos, como el «Negro Mama» y la «Paisana Jacinta», representados por Jorge Benavides. En este caso, la Mesa convocó a una protesta pública ante las instalaciones de Frecuencia Latina, debido a lo cual el programa dejó de salir al aire.

Paralelamente, la Mesa otorgaba reconocimientos a aquellos programas de televisión que mostraban a la diversidad de los peruanos: en el 2005, se entregó este premio a diversos programas de Televisión Nacional del Perú («Reportaje al Perú», «Costumbres», «Sucedió en el Perú», «Mapamundi», «Miski Takiy») y en el 2006, al escritor Eduardo Adrianzén y el productor de televisión Michel Gómez45.

En los últimos años, viene incrementándose la presencia de actores de rasgos, andinos y negros en series dedicadas a mostrar el éxito de artistas y deportistas con dichas características. El éxito en sintonía demuestra un cambio en los criterios estéticos de la propia población.

En el ámbito laboral, se enviaron más de 2.400 cartas a las empresas que publicaban avisos discriminatorios, para que supieran que se exponían a una sanción. De esta forma, la «buena presencia» y otros elementos discriminatorios como la edad han disminuido radicalmente46 y puede apreciarse que varios de establecimientos ahora contratan a las personas de acuerdo a su capacidad y no a un perfil étnico determinado47.

Por otro lado, en el año 2010, gracias a la intervención de la oficina de Aprodeh en Abancay, se produjo la primera sanción en el ámbito laboral por discriminación racial, debido a que una trabajadora fue insultada de manera racista en el momento en que fue despedida de un hotel.

Paralelamente, para la Mesa resultaba fundamental contar con normas eficaces para enfrentar el racismo. Por ello, se accedió a una invitación del congresista Jacques Rodrich, interesado por el tema, y él finalmente promovió que se modificara el artículo 323° del Código Penal, que tipifica el delito de discriminación, con un nuevo texto mucho más preciso y con penas más severas.

Gracias a este artículo, la Defensoría del Pueblo promovió el exitoso proceso judicial contra cuatro profesores de un instituto tecnológico superior público en Lima Norte, por discriminar contra una mujer con discapacidad, al oponerse a que se desempeñara como practicante en esa institución. El fallo judicial incluía la inhabilitación por un año de los profesores y una reparación civil, lográndose así la primera sanción judicial por el delito de discriminación.

A nivel de normatividad local, las mesas promovieron las Ordenanzas Municipales contra la discriminación, que sancionaban con revocatoria de licencia de funcionamiento y multas a los locales que discriminaran al público; abordaban la atención preferente a las personas con discapacidad, los adultos mayores y las mujeres embarazadas; promovían el uso del quechua y enfrentaban la discriminación a las personas indocumentadas. Igualmente, incluían nuevas causales de discriminación como orientación sexual, condición de salud y actividad.

Igualmente, se promovieron las Ordenanzas Regionales contra la discriminación en Apurímac, Lambayeque, Ayacucho y Junín, que abordan problemas como el empleo, la educación y la salud.

Debe destacarse que, sin mayor iniciativa de la sociedad civil, los Gobiernos Regionales de Huancavelica y Madre de Dios aprobaron sus propias Ordenanzas. Nosotros creemos que las otras promulgadas anteriormente fueron creando un sentido común respecto a la importancia de que los gobiernos regionales o locales intervengan en esta problemática.

4. LOS ALIADOS EN EL SECTOR ESTATAL

Una de las ventajas que tuvo la Mesa contra el Racismo fue haber coincidido con la preocupación de Beatriz Merino, quien durante su gestión como Defensora del Pueblo impulsó la acción de su institución respecto a esta problemática.

A partir del año 2006, la Defensoría del Pueblo realizó una exitosa campaña de sensibilización en los medios de comunicación y emitió dos informes sobre la discriminación en las diversas instituciones públicas. Varias oficinas defensoriales también impulsaron las Ordenanzas contra la discriminación y apoyaron numerosas actividades como talleres y seminarios.

Otra institución cuyo rol ha sido muy importante fue el Indecopi. Se han desarrollado muchas acciones de manera conjunta, que llevaron a las severas sanciones a los locales racistas.

Otras alianzas importantes se han manifestado con las municipalidades provinciales y distritales y los gobiernos regionales. Mientras algunas municipalidades se limitaron a aprobar Ordenanzas contra la discriminación, como un acto meramente formal, otras promovieron la capacitación de sus funcionarios48.

5. RETOS Y PERSPECTIVAS

Un balance respecto al movimiento contra el racismo implica también tratar de explicar por qué la Mesa contra el Racismo quedó desactivada después de menos de cinco años de funcionamiento. Planteamos algunas posibles razones para ello, con miras a pensar en alternativas.

La tensión sobre el sentido del movimiento

Una característica especial de la Mesa contra el Racismo respecto a organizaciones como Chirapaq o Lundú fue que no buscaba plantear la reivindicación de un sector étnico determinado, sino la lucha contra prácticas discriminatorias en general.

Esta perspectiva más amplia permitió que el tema del racismo fuera asumido por muchas personas que no se consideraban a sí mismas como indígenas o afroperuanas, sea debido al mestizaje o a problemas de autoidentificación. Se visibilizaban así también situaciones de discriminación racial frecuentes en sectores medios y altos.

Muchos integrantes de instituciones afroperuanas e indígenas, en cambio, sostenían en algunas reuniones que el «mestizo» debía ser considerado un discriminador y no víctima del racismo. En otras ocasiones, señalaron que los mestizos eran en realidad indígenas o afroperuanos sin identidad y que, para una adecuada lucha contra el racismo, el primer paso era lograr que se reconocieran como tales. Para la Mesa contra el Racismo, en cambio, este proceso no era necesario.

Estos diferentes enfoques no permitieron conformar un frente amplio contra el racismo en el Perú.

De los éxitos concretos a las dudas sobre el camino por seguir

Los primeros años de la Mesa contra el Racismo fueron sumamente exitosos en una serie de temas muy visibles, como las sanciones a las discotecas o el retiro del programa La Paisana Jacinta. Acciones como el Operativo Empleada Audaz y el Operativo Cuerazos Peruanos lograban mucha repercusión mediática y permitían sensibilizar a la opinión pública.

Desde su conformación, en la Mesa contra el Racismo se había pensado en la necesidad de enfrentar temas estructurales vinculados a la discriminación, como la pobreza y la exclusión. Sin embargo, para estas situaciones, relativas a políticas públicas, eran mucho menos eficaces las acciones de sensibilización.

De otro lado, es mucho más complejo enfrentar casos de racismo estructural, donde la intención no es tan visible o a veces es totalmente inconsciente y la responsabilidad concreta de los funcionarios estatales es difícil de determinar. Es más fácil para los activistas denunciar a un establecimiento racista que vincular con el racismo la esperanza de vida o el analfabetismo49 y, con mayor razón, lograr un cambio permanente.

Si bien sería muy importante que las entidades que trabajan problemas como salud o educación prestaran atención al racismo, el enfoque no está tan ligado al activismo, sino a una mayor sensibilización, reforzada con la información que nos puede brindar la investigación comparada. Como hemos señalado, la principal dificultad al respecto es que todavía es difícil para los propios investigadores peruanos distinguir a los sujetos de estudio por criterios raciales.

Una opción: la discriminación acumulada

Hacia el año 2007, varios de los participantes en la Mesa contra el Racismo tenían dudas respecto a si, más allá de algunos casos indiscutibles, como la publicidad o las discotecas, podía hablarse siempre de racismo en muchos casos de discriminación.

En su investigación sobre la discriminación en Apurímac, Reid constató que el racismo muchas veces venía vinculado a otros problemas, mostrándose así una discriminación acumulada. El lugar de origen, la estatura, el apellido o la manera de hablar podían incidir mucho en que una persona de rasgos andinos fuera o no discriminada (Reid 2007: 28).

En los talleres que se realizaron desde el año 2007, se enfatizó la problemática de la discriminación acumulada, lo cual implicaba disminuir el énfasis en el racismo, pero al mismo tiempo permitía que los participantes comprendieran situaciones más difíciles de exclusión.

La opción de la Mesa fue colocar los temas de discriminación de manera mucho más amplia y de esta manera, las Ordenanzas que fueron promovidas buscaban incrementar las causales de discriminación, lográndose que por primera vez aparecieran la orientación sexual, la actividad o la condición de salud. De esta manera, se perdía la visibilidad del racismo, pero se lograban aliados diferentes, como organizaciones LGTB y grupos de personas con discapacidad50.

La incidencia sobre una forma particular de discriminación es comprensible, en la mira de lograr su visibilidad51, pero conlleva el riesgo de generar un mayor aislamiento respecto a una problemática que normalmente deriva de una multitud de causales. Se trata de una tensión que todavía debe ser enfrentada.

Otro gobierno, otras prioridades

Desde que comenzó su segundo gobierno, Alan García promulgó la norma que san­ciona con pena privativa de libertad la discriminación y ha tenido varios gestos importantes en contra del racismo (Ardito 2011). Sin embargo, al mismo tiempo, desde su llegada al poder, se produjeron muchos graves problemas de derechos humanos, cuya urgencia debilitó la preocupación de las organizaciones de derechos humanos respecto del racismo52.

En una atmósfera de mayor confrontación, muchos medios de comunicación que antes respaldaban la lucha contra el racismo, terminaron atacando a los sectores que denunciaban las violaciones a los derechos humanos o que consideraban críticos del sistema neoliberal53.

Frente a este panorama, algunos de los integrantes de la Mesa contra el Racismo optaron por vincularse con organizaciones sociales como la Confederación General de Trabajadores del Perú o la Conacami, cuyas demandas, con una clara orientación política, otros activistas no compartían. Para ellos, se alteraba la perspectiva original de la Mesa de promover la lucha contra el racismo como un tema común para personas que podían tener opciones políticas diferentes. En las demandas de las mencionadas organizaciones, el racismo se encontraba invisibilizado.

Un ejemplo de esto se produjo el año 2009, cuando algunos integrantes de la Mesa querían entregar el antipremio «Al Más Discriminador» al Ministerio de Energía y Minas, por las múltiples concesiones de territorios de comunidades campesinas y nativas a empresas mineras y petroleras. Otros miembros no encontraban una conexión clara. Ellos temían que de esta manera se politizara el tema del racismo y pensaron que se generaría un distanciamiento poco estratégico respecto al gobierno. Finalmente, el antipremio fue entregado a otra entidad.

El problema es que todos estos cambios no fueron reflexionados de manera colectiva, porque la Mesa contra el Racismo de Lima dejó de reunirse. Habría sido muy importante llegar a un intercambio de opiniones al respecto para clarificar opciones.

Un proyecto o un proceso

Inicialmente, la Mesa contra el Racismo buscaba comportarse como un movimiento ciudadano, no dependiente de un proyecto o una ONG. Por ello, las personas que participaban en los primeros años tenían un carácter voluntario y los integrantes de la CNDDHH y Aprodeh actuaban fuera de su horario laboral.

Sin embargo, hacia el segundo año se hizo evidente un problema de continuidad: los estudiantes y los profesionales voluntarios comenzaron a tener responsabilidades laborales o familiares que les impedían participar en las reuniones y por esto se centraban en las acciones públicas. Después, también les era difícil participar en estas, especialmente cuando se sentía que los principales problemas ya habían sido resueltos.

De esta forma, la Mesa se fue debilitando y las personas que tenían más continuidad eran los integrantes de las dos instituciones. La misma horizontalidad de la Mesa llevó a que no hubiera un liderazgo claro y reconocido54, que pudiera generar nuevas convocatorias.

Hacia el año 2007, Aprodeh logró el apoyo de Oxfam y las Embajadas de Holanda y Gran Bretaña en pequeños proyectos para enfrentar el racismo y la discriminación focalizados en Ayacucho y Apurímac. La Coordinadora Nacional de Derechos Humanos logró un solo proyecto mucho más grande, de tres años de duración, a cargo de la Unión Europea, que permitió también financiar las mesas del interior del país.

Gracias a todos estos proyectos fueron financiados materiales, trípticos, afiches, spots radiales, viajes y cursos de capacitación sobre la problemática del racismo. Sin embargo, el despliegue económico implicó cambios radicales respecto a la imagen inicial de la Mesa, que era sumamente austera55.

Ejecutar un proyecto tiene una lógica diferente a promover un proceso social: implica cumplir una serie de tareas previstas en una planificación realizada con mucha antelación, y algunas entidades se limitan a ejecutar gastos en los rubros que la entidad financiera ha autorizado, sin pensar las posibles consecuencias. Algunos funcionarios de ONG prefieren evitar toda acción no planificada56.

En la Mesa contra el Racismo también llegó el momento en que las acciones dejaron de ser espontáneas para pasar a ser planificadas de acuerdo al financiamiento del proyecto de la Unión Europea, elaborado tres años antes. Esto impedía atender circunstancias cambiantes, como la masiva aprobación de Ordenanzas contra la discriminación, o intervenir frente a situaciones concretas de racismo. El énfasis en cumplir la planificación hizo que los voluntarios perdieran interés, porque ya no existía margen para la iniciativa.

Los voluntarios fueron reemplazados por personas que recibían un pago por su trabajo. Si bien esto podía ser eficaz, tenía un límite, que era la duración del proyecto. De esta forma, al terminar el proyecto de la Unión Europea, todas las mesas se disolvieron, salvo la de Abancay, donde la actuación de una cooperante canadiense logró generar el espíritu de desprendimiento de los participantes. Posteriormente, se denominó GIPI, Grupo Impulsor por la Igualdad.

Quedan como preguntas si una ONG puede realmente conducir o promover un movimiento social y si es posible asegurar la continuidad de un movimiento basado en la labor de voluntarios.

6. PERSPECTIVAS FINALES

Hasta la década de 1990, la negación del racismo era muy común (De la Cadena 2004: 14). Se asumía que este era un problema propio de otros países57, o que, en todo caso, en el Perú solamente existía un racismo solapado (Oboler 1996: 26). En muchas ocasiones, quien hablaba sobre racismo era tildado de racista por un público evidentemente incómodo con lo que escuchaba58. Incluso se acusó a quienes hablaban del tema de promover una guerra de exterminio racial59.

Años después, gracias a las actividades de la Mesa contra el Racismo, el problema se visibiliza y se enfrenta. Formas muy arraigadas de racismo como las que ocurrían en discotecas se han vuelto muy escasas o simplemente ya no se producen. Los personajes racistas han sido retirados de la televisión y cada vez más anunciantes aceptan incorporar modelos de rasgos andinos, mestizos y negros. A nivel normativo, la discriminación se sanciona ahora con más severidad en el Código Penal y más de cincuenta municipalidades y gobiernos regionales han emitido Ordenanzas contra la discriminación60.

En los cinco años que duró la Mesa contra el Racismo, sus logros son muy evidentes, pero, al mismo tiempo, nos preguntamos si es posible que una experiencia como esta persista o es parte de su naturaleza que movimientos espontáneos, basados en la buena voluntad y el compromiso, tengan una breve duración.

La meta pendiente sigue siendo lograr políticas públicas nacionales para enfrentar el racismo y la discriminación, pero los avances impulsados entre el 2004 y el 2009 creemos que fueron cruciales para que muchos peruanos pudieran tener una vida digna.

PIE DE PÁGINA

1 En muchos talleres sobre discriminación, realizados por el autor y otros activistas, los participantes inicialmente percibían que se les iba a hablar de un problema que no existía. Con frecuencia, han señalado como el promotor de las ideas racistas a Adolfo Hitler, por ejemplo, sin considerar que el racismo peruano tiene orígenes muy anteriores.

Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Conclusiones 9, 88, 151.

3 Véase el testimonio sobre un incidente en Huancavelica (Ardito 2004: 26).

4 Una investigadora checa consultó con el autor sobre la razón por la cual en los portales de Internet de los ministerios y otras instituciones estatales peruanas no existía una página dedicada a prevenir, sancionar o enfrentar la discriminación. Los representantes de las Mesas contra la Discriminación de Apurímac, Ayacucho, Iquitos y Cusco señalaron en un taller realizado en diciembre del 2009 que muchos funcionarios no creían que este fuera un problema real.

5 Esta era la opinión generalizada de los participantes en los eventos y capacitaciones sobre discriminación que organizaba la Mesa. De hecho, para ellos solía ser de mucho impacto el momento en que se reconocían como personas que habían cometido y/o sufrido actos de racismo. Marisol de la Cadena comenta una de estas expresiones comunes de negación del racismo: ‘Aquí la raza no es importante, aquí no hay racismo, lo que hay son diferencias culturales profundas y según estas diferencias podemos decir que hay superiores e inferiores» (De la Cadena 2004: 14-5).

6 En una de las primeras investigaciones sobre racismo, la mayoría de testimonios eran vertidos en tercera persona, porque era demasiado duro reconocerse como discriminado (Manrique 1999: 126). Igualmente, ninguno de los jóvenes entrevistados por Callirgos se reconocía como racista (1993: 200). Las referencias a rasgos físicos son realizadas con diminutivos (negrito, cholito), como para suavizar una carga negativa (Callirgos 1993). Señala Callirgos que «‘Yo no soy racista, pero…ǯ es una manera habitual de empezar un comentario cargado de racismo» (1993: 18).

7 Callirgos (1993: 199). En talleres sobre racismo, se aprecia cómo para los participantes es duro acercarse inicialmente al tema, pero luego tiene un efecto liberador.

8 Hilaria Supa es una de las pocas personas que señala con claridad que las esterilizaciones estuvieron dirigidas hacia las mujeres indígenas (Supa 2002: 125-6).

9 Podría argumentarse que el elevado número de muertes de indígenas se debía simplemente a que el conflicto armado comenzó en Ayacucho, pero los agentes estatales actuaban con mucha más violencia hacia la población indígena. Los operativos realizados en barrios residenciales de Lima para capturar a Víctor Polay o Abimael Guzmán no implicaron actos de violencia contra vecinos ni los propios involucrados, como sí ocurría en la zona andina. Callirgos comparte una experiencia propia, en la cual la policía pidió documentos a los demás pasajeros del ómnibus en que se encontraba, pero a él no (1993: 206-7), experiencia que también fue vivida por el autor de este artículo viajando en la región andina.

10 Reid (2007: 42). El discurso senderista tenía una connotación clasista, donde el tema racial estaba ausente, pero sus integrantes tenían un fuerte odio hacia las personas blancas. Manrique denomina a este sentimiento el «factor negado» (Callirgos 1993: 208). Comisión de la Verdad y Reconciliación, p. 104.

11 Callirgos (1993: 186). Para este autor, la ideología del mestizaje permite a las élites negar el racismo (1993: 181) y también difundir la vigencia de una democracia inexistente (1993: 185).

12 Sobre cómo se ha creado la categoría de «campesinos-urbanos» para referirse a los indígenas, véase Reid (2007: 86). De hecho, es frecuente que se emplee la frase «vestimenta de campesina» para describir la ropa tradicional de una mujer indígena, aunque haya vivido toda su vida en una ciudad.

13 La situación de los pueblos indígenas amazónicos es diferente, en cuanto reconocen su identidad indígena y sus demandas son muy similares a las que tienen los indígenas de los países vecinos.

14 A diferencia de otros países, en el Perú los movimientos subversivos cometieron crímenes de manera sistemática contra la población indígena.

15 Callirgos (1993: 162) muestra esta tendencia graficada también en el cuento de Julio Ramón Ribeyro, «Alienación».

16 Los noticieros describen a una persona extraviada señalando que tiene «raza mestiza», cuando quieren señalar que es de rangos indígenas.

17 En algunos casos, incluso la discriminación se profundiza, debido a que entre los migrantes es frecuente usar nombres anglosajones, como Brian o Bruce, que están ligados a la búsqueda de tener una identidad más moderna y urbana (Reid 2007: 98). Mientras tanto, según Callirgos, las clases altas prefieren nombres como Gonzalo, Sebastián y Rodrigo, y rechazan la alienación de «los cholos», porque implica que estos les están arrebatando sus símbolos de poder, como el uso del inglés o determinadas marcas (1993: 163).

18 Las últimas constituciones de ambos países muestran que estas reivindicaciones han logrado el reconocimiento estatal.

19 Sobre cómo se empleó la educación para enfrentar el racismo, pero este ha logrado subsistir, véase De la Cadena (2004: 345-6).

20 Callirgos sostiene que las mujeres incluso reciben más presión para modificar sus rasgos físicos andinos o negros, porque la belleza es un factor más importante para ellas (1993: 204).

21 Es el testimonio de varios profesionales que han conversado con el autor.

22 Reid (2007: 98). «Se es reconocido en la medida en que se ningunea a los demás» (Portocarrero 2004: 286).

23 En talleres contra el racismo, muchas personas señalan que esto es frecuente entre los descendientes de migrantes andinos. En Abancay, varios escolares han negado delante de sus amigos a sus propios padres; si estos son campesinos o, especialmente, si la madre usa polleras, insisten en que no asistan a las actividades escolares (Reid 2007: 98).

24 «Yo sé dónde me muevo» es una frase muy frecuente en personas de sectores medios y populares. La presencia de numerosas personas de rasgos blancos de por sí constituye un factor de riesgo.

25 Callirgos (1993: 191). La organización afroperuana Lundú ha elaborado materiales para motivar a los jóvenes a enfrentar la presión familiar al respecto. <http://www.lundu.org.pe/fotonovelas/fotonovela_ entre_suenos_y_realidades.pdf>.

26 Portocarrero, citado por Callirgos (1993: 164).

27 Un importante dirigente de Conacami ha señalado varias veces en ocasiones públicas que los problemas que sufren los pueblos indígenas «no son una cuestión de piel», sino un conflicto de intereses económicos por las tierras indígenas. Esta forma de presentar su posición implica una dificultad para comprender toda la problemática que sufren los indígenas en el Perú.

28 Alberto Pizango, dirigente indígena amazónico (Bajo La Lupa 2010: 8).

29 Esta situación llamó la atención de Manrique (1999: 28) y De la Cadena (2004: 15).

30 Sentencia del 2 de octubre del 1998, expediente 1720-98, Corte Superior de Lima.

31 Situaciones similares ocurrían en locales cusqueños. En algunos cafés limeños, se ubicaba a andinos o mestizos lejos de las paredes de vidrio, para que fueran menos visibles (testimonio del autor, corroborado con familiares y amigos que tuvieron las mismas experiencias y una investigación de dos alumnas de la Universidad Católica). Otro incidente muy difundido fue que en un restaurante de Miraflores, denominado paradójicamente «La Tiendecita Blanca», un ciudadano negro fue impedido de ingresar a buscar a unos amigos, con el argumento de que «no podía tener ningún conocido adentro».

32 Ese fue el caso del autor de este artículo. Decidimos enfrentar problemas como el racismo en la publicidad, mediante cartas a los anunciantes, y, respecto a las discotecas, acudimos a comprobar la discriminación existente junto a los medios de comunicación.

33 También numerosos visitantes extranjeros fueron víctimas de estas prácticas, personas provenientes de otros países latinoamericanos, de los Estados Unidos o del Caribe. En algunos casos, los incidentes generaron fuerte vergüenza en las instituciones peruanas que los habían invitado.

34 Ripley acompañaba su lema, «Lo mejor de cinco continentes», con la imagen de cinco niños de rasgos europeos, asiáticos y africanos, pero esta visión de pluralidad de apariencia foránea contrastaba con la incapacidad para reflejar la pluralidad existente en el Perú al presentar modelos de ropa y otros productos.

35 Sin embargo, el racismo tenía también una racionalidad económica: un sector de la población deseaba acudir a locales donde no tuvieran mayor contacto con aquellos sectores que discriminaban y a muchas personas, blancas y no blancas, les agradaba la publicidad monorracial (Ardito 2009b: 13).

36 «Las diferencias raciales y étnicas en el Perú son criterios de la desigualdad social y fueron invocadas por los perpetradores para justificar las acciones cometidas contra quienes fueron sus víctimas» (CVR 2003: tomo VIII, p. 104). De igual manera: «el componente étnico y racial estuvo presente tanto en las causas históricas del conflicto (la generación de un contexto propicio para el surgimiento y reproducción del enfrentamiento) como en el plano más inmediato de las percepciones y comportamientos cotidianos de los diferentes actores implicados directa e indirectamente» (Íd.). También Degregori (2004: 8-9), Bruce (2003: 19) y Reid (2007: 43).

37 Las fuerzas policiales mataron a catorce personas que participaban en protestas sociales y las fuerzas armadas, a un estudiante. Pese a lo penoso de estos casos, no pueden compararse a los hechos que se produjeron en gobiernos anteriores o, posteriormente, durante el segundo gobierno de Alan García.

38 Un ejemplo de ello fue el caso del Instituto de Defensa Legal y sus esfuerzos por incidir en la reforma de las Fuerzas Armadas y de la administración de justicia.

39 Reid (2007: 14). Un ejemplo son las deficiencias en la educación que el Estado proporciona a los niños indígenas, desde los profesores peor preparados hasta la obligación de seguir un calendario escolar basado en las estaciones de Lima y no las necesidades agrícolas de la sierra o selva (Pozzi-Scott 1989: 13-6).

40 Portocarrero (2004: 286) añade: «En sentido amplio, el racismo es la voluntad (perversa y obscena) de jerarquizar mediante una sustancialización de las diferencias que implica relegar la común humanidad. Es decir, se identifican diferencias (físicas y culturales) sobre la base de las que clasifican a las personas, construyendo escalas de valor social desde lo más deseable que merece todo a lo más indeseable que merece muy poco. Lo indígena es, desde luego, lo abyecto; y lo occidental, el modelo de deseabilidad».

41 Racismo en el Perú: cómo enfrentarlo. Manual para jóvenes. Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, 2005 [21 ed., 2007].

42 Es posible que los activistas antirracistas hayan vencido la barrera psicológica que les impedía acudir a locales donde podían ser discriminados. En el año 2009, la ONG Lundú decidió salir a las calles con su campaña «Apúntate contra el Racismo», que se llevó a cabo en Miraflores y generó amplia cobertura mediática. Sin embargo, una acción similar realizada días después en el Paseo Colón fue prácticamente ignorada por los medios de comunicación.

43 Véase <http://www.youtube.com/watch?v=uraNvorVnPE>.

44 Eran también una forma de afirmar la autoestima (Ardito2009b: 108-10)

45 En el momento de recibir el reconocimiento, Carlos Bejarano, productor de «Mapamundi», manifestó que se sentía incómodo de ser premiado por un comportamiento que debería ser el comportamiento normal de cualquier programa de televisión.

46 En 1993, Callirgos señalaba: «Revisando los avisos de un periódico en un día al azar, notaremos que para casi todo empleo diferente a los de obrero se necesita una `buena presenciaǯ» (Callirgos 1993: 201). Actualmente, el número de avisos con estos requisitos es totalmente marginal.

47 Hemos apreciado este cambio en locales como Bembos, Don Mammino y La Baguette.

48 Abancay, Huamanga, Jesús Nazareno, San Juan Bautista, Andahuaylas, Huancayo, Miraflores, así como los Gobiernos Regionales de Ayacucho y Apurímac.

49 Pese a ello, hubo varios esfuerzos en esta línea. En junio del 2009, durante la supuesta pandemia de la gripe porcina, numerosas personas se adhirieron a un pronunciamiento denunciando que el Ministerio de Salud prefería atender a una minoría de escolares de clase alta con gripe que a centenares de niños andinos que fallecían por enfermedades reales y perfectamente evitables. Sin embargo, esta actitud del Ministerio podía deberse también a ineficiencia o a las presiones de los medios de comunicación.

50 Observamos que organizaciones como el MHOL y Promsex celebraron las Ordenanzas mucho más que las organizaciones indígenas o afroperuanas.

51 Creemos que esto limita la aceptación que puede tener la ley que propone el MHOL contra la discriminación por orientación sexual o la ley que propone Lundú para sancionar la injuria racista. Las dos organizaciones consideran, sin embargo, que de esta manera lograrán mayor visibilidad frente a sus respectivas problemáticas.

52 Sin embargo, había una conexión entre las violaciones a los derechos humanos y la discriminación racial, dado que las víctimas eran, nuevamente, personas de rasgos mestizos y andinos. Por ejemplo, la masacre en Ayacucho de la familia Pichardo por parte de una patrulla del Ejército en el VRAE tuvo todas las características de los crímenes cometidos en la década de 1980: incluso sus pequeños hijos fueron asesinados. Nosotros consideramos también que el único caso en que una persona de clase alta fue muerta por la policía (el empresario Guillermo Li), se debió a una confusión por razones raciales.

53 Debe recordarse que en los inicios de la Mesa, aun el diario Correo dedicaba numerosos artículos positivos a la lucha contra el racismo.

54 Muchas personas que no formaban parte de la Mesa consideraban que el autor de este artículo ejercía dicho liderazgo, pero en realidad nunca ejercimos esta función, lo cual pudo haber sido un error.

55 En algunas ciudades, se pasó a una dinámica frecuente en las ONG locales, realizando eventos en hoteles de lujo, con gastos innecesarios en banderolas y almuerzos, en abierto contraste con la pobreza de la zona.

56 En mayo del año 2008, cuatro jóvenes de San Juan de Lurigancho fueron detenidos, golpeados y torturados por la Policía de Miraflores en un acto que tuvo claros niveles de racismo. Los hechos tuvieron honda repercusión en la opinión pública y contribuyeron a visibilizar la vinculación entre el racismo y los abusos policiales. Sin embargo, varias instituciones participantes en la Mesa no querían tener una actitud demasiado confrontacional con la Municipalidad de Miraflores, responsabilizada por los medios de comunicación por lo ocurrido. Finalmente, quedó como alternativa promover la aprobación de una Ordenanza contra la discriminación en dicho distrito.

57 Oboler (1996: 38). Se aplicaba un mecanismo de defensa, el desplazamiento, por el cual, en lugar de reconocer un problema, era trasladado a otro (Callirgos 1993: 197).

58 Callirgos (1993: 197-8). El autor de este artículo enfrentó también esas acusaciones en la década de 1990.

59 Manrique cita a un intelectual no precisado (1999: 127).

60 Otro aspecto interesante es que en 1993 Callirgos cuestionaba que se pudiera usar el término `cholo’ porque era rechazado por la propia población a la que supuestamente se aludía (1993: 175). En la actualidad, este término ha sido revalorado y muchas veces se emplea como sinónimo de peruano. ¿Se ha debido este cambio a movimientos como el que impulsó la Mesa contra el Racismo? ¿O, finalmente, los sectores discriminados racialmente están teniendo una autoestima diferente?

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